Viernes, 26 de Abril de 2024
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El futuro de la auditoría

El futuro de la auditoría

Socio de  Grant Thornton

Parece que fue ayer, pero llevamos ya varios años inmersos en el penúltimo gran cambio legislativo de nuestra profesión.

2016-junio-OPI-Grant-Thornton-Andrés-Gurrea-okPrimero, con el largo debate que precedió a la reforma europea de la auditoría, después con la ley que la ha traspuesto en nuestro país y que acaba de entrar en vigor y ahora con el reglamento que deberá desarrollarla una vez despejada la incertidumbre política. En este contexto, la densidad de los árboles ha dificultado enormemente la visión del bosque de la auditoría desde una perspectiva global.

Un reciente informe realizado por Grant Thornton, en colaboración con la ACCA, analiza el presente y futuro de la auditoría a partir de una serie de mesas redondas en las que han participado auditores,empresas, reguladores y distintos usuarios de información financiera en siete países y regiones de todo el mundo que representan distintos estadios tanto del desarrollo económico como de la propia profesión.

El informe muestra una gran divergencia de opiniones sobre el tema entre los países desarrollados y los emergentes. Una divergencia que invita al paralelismo entre auditoría y democracia. Ambas se dan por sentado y permanecen en el foco de la crítica en los países con una larga tradición
mientras que son anheladas en aquellos países que no cuentan con ellas o en donde acaban de comenzar. Y es que, al fin y al cabo, la auditoría trata de algo tan fundamental para el desarrollo económico y democrático de cualquier sociedad como es la transparencia.

Así pues, en aquellas economías en desarrollo en las que la auditoría aún está dando sus primeros pasos, se la valora como un factor de crecimiento que sustenta la confianza de los mercados, facilita la financiación y las transacciones, favorece los flujos de capital y constituye, en definitiva, un pilar básico del entorno empresarial.

En los mercados maduros, donde la auditoría es una obligación para muchas empresas desde hace muchos años, las posiciones son bastante más escépticas. Más allá de la obligatoriedad, la auditoría sigue siendo un requisito sine qua non para cualquier empresa a partir de cierto tamaño. Pero, al mismo tiempo, es percibida por algunos como una mera confirmación a posterior de lo que ya se sabía sobre una determinada empresa. Una confirmación necesaria, sin duda, pero con poco valor añadido que lleva incluso a algunos a cuestionar su relevancia actual.

Es evidente que las expectativas sobre la auditoría han cambiado, particularmente en las economías desarrolladas. El núcleo central, la emisión de una opinión “binaria” sobre unos determinados estados financieros, apenas se cuestiona, pero cada vez es mayor la demanda de más información contextual: sobre el proceso de la propia auditoría (motivos, dificultades, etc.), sobre los aspectos no financieros (sostenibilidad) o sobre el futuro de la compañía.

Parece que todo el mundo quiere obtener más de la auditoría, pero ¿qué significa esto en la práctica? Las necesidades y obligaciones no pueden ser las mismas para empresas de distintos tamaños, los diversos tipos de usuarios de la información financiera (accionistas, bancos y otros proveedores de financiación, etc.) tienen distintas prioridades, la regulación limita el campo de acción de los auditores y estos tienen a su vez un ámbito de conocimientos y experiencia que aun siendo bastante amplio no resulta ilimitado. Por no hablar del complicado equilibrio que supone atender las necesidades de las distintas partes interesadas mientras se mantiene la innegociable independencia…

Hay sin embargo un contexto común para todos los implicados: un entorno de cambio constante, interconexión económica global y papel central de la tecnología. En este escenario, la seguridad que proporciona la auditoría es más necesaria que nunca aunque paradójicamente podría perder relevancia si no se adapta a unos tiempos que han dejado ya de ser nuevos.

Muchos de los dilemas que rodean el futuro de la auditoría presentan ese mismo doble filo de amenaza y oportunidad. Por ejemplo, los avances tecnológicos en materia de gestión y análisis de datos acercan la posibilidad de contar con información financiera revisada con una mayor periodicidad que la anual o incluso avanzar hacia una especie de auditoría continua que permita disponer de datos “auditados” prácticamente en tiempo real.

Teniendo en cuenta que una de las críticas más frecuentes a la auditoría es la de que no responde al ritmo actual de la economía puesto que trata datos históricos y solo una vez al año, la promesa de la auditoría continua puede parecer tentadora.

Pero al mismo tiempo podría acabar promoviendo la toma de decisiones cortoplacistas en detrimento de la creación de valor a largo plazo que resulta central en toda visión de buen gobierno corporativo.

Con todo, la auditoría tiene futuro y así lo demuestran las opiniones volcadas en este informe. Sin embargo, ese futuro no está ni mucho menos garantizado y dependerá en buena medida de su adaptación a los cambios presentes. Unos cambios a los que según buena parte de los participantes en el informe estamos llegando tarde.

El inmovilismo no es pues una opción desde ningún punto de vista. Desde luego no desde el de todos aquellos que creemos en la relevancia capital de la auditoría para el buen funcionamiento del sistema económico.

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