Sábado, 27 de Abril de 2024
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En las montañas de Virunga, retozando con gorilas en la niebla

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El año 1994 fue complicado en Ruanda. Estaba finalizando, pero aún estaba vivo el conflicto entre hutus y tutsis; una guerra en la que no escasearon las masacres y matanzas que muchos recordamos. Aquel año tuve que entrar en Ruanda desde la población de Goma, en el Zaire, con un equipo de periodistas y sanitarios, para desarrollar un reportaje y analizar la implantación de un dispensario de medicamentos. El paso por la población de Ruhengeri, dentro de Ruanda y regresando de Kigali, me animó a realizar otro viaje dos años después, en 1996, para vivir una experiencia única, vibrante, que te animo a realizar: estar con los gorilas en la niebla.

Al norte de Ruanda se encuentran las montañas de Virunga, una cadena de volcanes situada en África oriental, a lo largo de la frontera septentrional de Ruanda, la República del Congo y Uganda. Son ocho volcanes mayores que alcanza entre 3.000 y 4.500 metros de altitud. Este fantástico lugar es el hábitat natural de los gorilas de montaña.

Todos recordaremos la película “Gorilas en la niebla”, que magistralmente interpretó Sigourney Weaver en el papel de Dian Fossey, la autora y auténtica creadora del centro de investigación Karisoke, que se creó para la observación de los gorilas en su hábitat natural. Como posiblemente recordarán, en la película ella bajaba a un pueblo a comprar alimentos y proveerse. Ese pueblo es Ruhengeri.

2015-nov-Destinos-Gorilas-03Parque Natural

La cadena montañosa está declarada Parque Natural protegido y requiere de permisos y acompañamiento profesional para entrar. Así que tuvimos que pasar por Kigali, gestionar los permisos, y luego trasladarnos a la base del Parque, hasta alguna de las vías de entrada, para acceder con guías, que contratamos en la ciudad de Ruhengeri. En este caso fueron tres los guías que iban explorando el camino, acompañados por dos militares armados.

En la cordillera de Virunga hay varias manadas de gorilas, que se pueden encontrar a partir de los 3.000 metros de altitud. El espacio es inmenso y la localización de las manadas no es segura, ya que se mueven y cambian de sitio habitualmente, lo que convierte a la experiencia en una búsqueda con mucha exigencia física e incertidumbre.

Utilizamos un vehículo todoterreno para subir hasta el punto más alto al que se podía acceder con tracción mecánica para, a partir de ahí, seguir ascendiendo a pie.

A una cierta altura, la vegetación llena el espacio y avanzar se hace complicado, teniendo que abrir literalmente el paso con machetes. Nunca supimos si los militares armados venían para protegernos de los animales o porque aquella zona había sido minada hacia poco como consecuencia de la guerra.

 

2015-nov-Destinos-Gorilas-02Cara a cara

La ascensión fue larga y difícil y al avanzar entre la maleza, la sensación de que en cualquier momento te vas a tropezar con ellos, hace que la adrenalina se desborde. Es un safari a pie para encontrar la pieza cara a cara. Realmente apasionante.

Geográficamente, el enclave está junto al ecuador, con lo que el calor hace que la lluvia chispeante que a veces cae, se transforme en vapor de agua y forme neblina. En ese momento entendí el nombre de la película, “Gorilas en la niebla”.

Los guías avanzaban en paralelo, cada uno por un área. Dirigían nuestros pasos y se comunicaban entre si mediante silbidos. Observamos ramas, huellas, posibles lugares donde habían dormido…

Hasta que en un momento se oye el silbido que todos estábamos esperando; el que significaba “están aquí”. Nuestras pulsaciones se pusieron a mil. Avanzamos lentamente, medio agachados, y en una hondonada frondosa pudimos ver la manada. Un momento espectacular.

Los guías nos habían adiestrado para saber actuar. Nos dijeron cómo acercarnos a ellos y cómo actuar en función de lo que pasase. Así que, sin dudas pero con miedo, nos fuimos acercando, hasta casi rozar sus manos, tumbarnos a su lado, juguetear con ellos, mirarnos…

La manada estaba compuesta por 34 animales; tres machos sublimes, que desde cierta distancia observaban todos los movimientos y el resto eran hembras y crías.

La experiencia y el contacto, duró más de tres horas y fue algo único. Pasó casi de todo lo que tenía que pasar: desde un macho algo molesto con nuestra presencia, hasta crías que querían jugar con nosotros como si fueran crios pequeños e inocentes, que se acercaban con ganas de provocar.

Observar su hábitat, sus relaciones, su forma de actuar, cómo nos observaban ellos a nosotros, cómo acercarse tímidamente, fue una experiencia inolvidable.

Las fotos que acompañan este reportaje están realizadas sin objetivo, con lo que la distancia que ve el lector es la que manteníamos respecto a los gorilas. En este caso, sin duda, la realidad supera la ficción.   

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