Jueves, 25 de Abril de 2024
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Los agentes de la innovación valenciana aportan valor a toda la cadena alimentaria

Los agentes de la innovación valenciana aportan valor a toda la cadena alimentaria

 

Cadena agroalimentaria | La I+D+i

En la cadena agroalimentaria participan los productores, distribuidores, empresas de envasado… para llegar, finalmente, al último eslabón de la cadena agroalimentaria, el exigente e informado consumidor. Pero, a lo largo de la misma ¿quién se preocupa por desarrollar la I+D+i para todos sus eslabones? Además de las propias empresas privadas que intervienen en el proceso, podemos contar en la Comunidad Valenciana con el apoyo del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (Ivia), dependiente de la  Conselleria de Agricultura; el Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (Iata), centro propio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC); y el centro tecnológico Ainia, con más de 25 años de experiencia en I+D+i alimentaria, entre otros organismos.

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El Ivia, desde el productor al consumidor

Así, desde el Ivia, tal y como describe su director, Enrique Moltó, desarrollan líneas de investigación para mejorar la situación del sector agroalimentario en beneficio de todos los actores, incluido el consumidor. “Toda nuestra actividad está orientada a mejorar la producción y a impulsar la transición hacia una actividad agraria más sostenible para una más y mejor integración con el ecosistema”.

 

En estos momentos, desde dicha institución pública están trabajando en cerca de 100 proyectos europeos, nacionales y locales entre los que se encuentran proyectos de mejora vegetal que permitan una mayor resiliencia y adaptación de la producción agraria a las consecuencias del cambio climático y aumenten su diversificación y competitividad “consiguiendo poner al alcance de los productores y de los consumidores productos con mejor sabor, mayor vida útil y que consumen menos recursos”, aclara Moltó.

También tienen en marcha proyectos para prevenir plagas y enfermedades potenciales y emergentes y controlar las que afectan a la agricultura valenciana, reduciendo el impacto ambiental de los métodos de control y potenciando los medios de control biológicos, ecocompatibles y con mayor respeto a la biodiversidad. “Además, -incide Moltó, realizamos el saneamiento de todo el material vegetal de cítricos que se introduce en Europa en colaboración con las autoridades fitosanitarias, uno de los pilares básicos para que nuestra citricultura sea una de las que menos productos fitosanitarios consuma en el mundo”.

Los técnicos del Ivia desarrollan también sistemas de control de las enfermedades poscosecha preservando la calidad de los productos hortofrutícolas para consumo en fresco, además de proyectos relacionados con la sostenibilidad económica y medioambiental; y trabajos vinculados con la disminución de la huella hídrica y de carbono de la actividad agraria y de su efecto paliativo en el cambio climático.

Las nuevas tecnologías también es un ámbito en el que trabajan desde el Ivia “como puede ser el diseño de máquinas inteligentes, capaces de recoger y analizar la cosecha o de detectar síntomas de la presencia de determinadas plagas en el campo”, subraya Moltó.

Necesidades de la industria del agro

El Ivia está recibiendo por parte de la industria agroalimentaria demandas relacionadas con cuestiones cómo la producción de nuevo material vegetal adaptado a las nuevas formas de producir; el desarrollo de marcadores moleculares que aceleren el proceso de obtención de variedades identificando los genes que influyen en la resistencia a plagas, enfermedades y estreses abióticos o el retraso en la maduración; herramientas para detectar plagas y enfermedades que sean rápidas y fiables; o nuevas tecnologías para automatizar el riego y detectar la calidad de frutas y hortalizas, entre otras necesidades.

El Iata-CSIC impulsa el binomio alimentación-salud

El Iata-CSIC, avalado por más de 50 años de historia, investiga sobre la producción de alimentos de calidad, de forma sostenible, segura y anticipándose a las demandas de la industria y la sociedad, además de aportar soluciones próximas a su implantación en el sector industrial. “Más concretamente, –describe José M. Guillamón, vicedirector científico del Iata-CSICnuestra investigación prosigue en sectores tales como la innovación en productos derivados de cereales, carnes y productos cárnicos, posrecolección de cítricos, estudios de percepción sensorial con consumidores, modelización de procesos de conservación de alimentos, envases inteligentes y control de riesgos bióticos y abióticos”. A todo ello se une una intensa actividad en el ámbito de la biotecnología de los alimentos, en el sector enológico, así como en el de las bacterias lácticas y su papel en el procesado de alimentos.

“Además, –aclara Guillamóny con el fin de adaptar nuestro instituto a las demandas sociales, estamos trabajando en el binomio alimentación-salud. Hoy en día, el consumidor no solo exige calidad nutricional y seguridad en los alimentos, sino que la alimentación es una de las mejores vías para promocionar la salud y el bienestar físico y emocional”.

Pero la labor del Iata-CSIC no termina aquí. “Tenemos vocación de hacer llegar toda esta investigación a la sociedad”. Para ello, fomentan la relación con las empresas  para conocer sus inquietudes y tendencias a través de reuniones de intercambio de ideas y jornadas focalizadas. En concreto, “desde el Iata realizamos la transferencia de los resultados a través de contratos de apoyo tecnológico, cuando se busca la resolución concreta de algún problema, o bien contratos de investigación para el desarrollo de nuevas ideas. La investigación es la base de la innovación y siempre hay que priorizarla si queremos seguir siendo competitivos, pero esta requiere una inversión pensando en el medio y largo plazo”, puntualiza Guillamón.

Somos lo que comemos

Igualmente, y dentro de los actores de la cadena alimentaria, en Iata “ponemos el foco en el consumidor ya que este cree cada vez más en la famosa frase ‘somos lo que comemos’”. A juicio de Guillamón, el consumidor es consciente del vínculo de la alimentación y la nutrición sobre la prevención de enfermedades y, lo más importante, la salud y el bienestar. “Esta transformación nos ha llevado a investigar sobre la composición de los alimentos, la identificación de compuestos bioactivos, el diseño y formulación de alimentos funcionales y seguros, así como la necesidad de un mayor conocimiento sobre el metabolismo de los alimentos y el papel de la microbiota humana”.

Desde el Iata también se preocupan porque los alimentos sean seguros, otra de las demandas del consumidor ya que “es un requisito imprescindible en un sistema de aprovisionamiento de alimentos saludables” Y, por último, Guillamón reconoce también que el consumidor va a demandar alimentos cuya producción y procesamiento respete el medioambiente. Para ello, “estamos trabajando en la revalorización de subproductos de la industria alimentaria y su transformación en productos de alto valor añadido, y en la optimización de procesos para el ahorro de energía y para la reducción de la cantidad de subproductos generados en la industria alimentaria”.

Ainia, presente en toda la cadena de valor

Sebastián Subirats, director de Ainia Centro Tecnológico, confirma que “siempre han trabajado para aportar valor al sector alimentario desde un concepto amplio que engloba a toda la cadena”.

Al igual que el Iata, desde Ainia también trabajan por la seguridad alimentaria, por ejemplo, desarrollando I+D propia para la puesta a punto de mejores técnicas analíticas orientadas al control de los alimentos y a la detección de riesgos emergentes o diseñando instalaciones y equipos higiénicos.

Cuentan también con una línea específica para desarrollar tecnologías de procesado y conservación menos invasivas, que permitan conservar mejor las propiedades nutricionales, a la vez que alargar la vida útil del alimento y su tiempo comercial.

Asimismo, y dentro del ámbito de la Industria 4.0, desarrollan proyectos tanto en la automatización de controles en líneas de producción y visión artificial, biosensores… como en avances en tecnologías TIC avanzadas (big data, interoperabilidad de sistemas, internet de las cosas, cloud computing, semántica artificial…) para avanzar en la llamada fábrica del futuro; desde el control de la trazabilidad del conjunto de la cadena de valor en automático y a tiempo real: proveedores, clientes, gestión interna… En un amplio número de líneas de investigación, puntualiza Subirats, “contamos, para el desarrollo de nuestra I+D propia, con apoyo del Ivace y la cofinanciación de Fondos Feder”.

Subirats desgrana también otra serie de trabajos en los que están inmersos como el empleo de técnicas biotecnológicas como herramienta para obtener principios activos de aplicación agrícola; el uso de tecnología big data para reducir los riesgos en la producción de alimentos agropecuarios; el desarrollo de nuevos materiales, maquinaria industrial, ecodiseño y envases barrera…; o ayudando a que sean cada vez más naturales y funcionales los aditivos e ingredientes.

De todas formas, Subirats pone el foco en el sector salud, “porque alimentación y salud van a ser la palanca de crecimiento de los próximos años”. En este sentido, colaboran con hospitales y con empresas desarrollando alimentos personalizados y enriquecidos, orientados a segmentos poblacionales específicos, que ayuden a prevenir o paliar carencias nutricionales.

Dentro de la cadena agroalimentaria, Ainia trabaja para la distribución estudiando el comportamiento del consumidor mediante el análisis sensorial, el asesoramiento legal en etiquetado, el control analítico y de calidad o incluso en líneas de I+D como el desarrollo de aplicativos facilitadores de compra del consumidor que fomenten una experiencia de compra positiva y permitan obtener una información sobre tienda de gran valor para las estrategias comerciales.

Nuevos cultivos, nuevas variedades

En cuanto a la aparición de nuevos cultivos y variedades y cómo están afectando al campo valenciano, desde el Ivia, han observado en las zonas costeras una migración de la producción de cítricos hacia otras producciones de frutales como el caqui y el granado, “aunque también se empiezan a producir algunas hortalizas y en zonas con un microclima adecuado se está introduciendo el aguacate”. En cuanto a la citricultura, explica Moltó, “se está produciendo un movimiento hacia la producción de mandarinas tardías, en perjuicio de las clementinas y las variedades de naranja tradicionales”.

En las zonas de interior se consolida el olivo y se están introduciendo almendros, nogales y pistachos, debido a los altos precios que se están percibiendo últimamente y, en el caso de la producción de vino, se están manteniendo las variedades tradicionales.

Paralelamente, “se está produciendo un aumento de la producción ecológica gracias al estímulo de la Generalitat Valenciana”, incide Moltó.

En esta misma línea, Carlos Ledó, director general de Idai Nature, sí que es de la opinión de que en la Comunitat, a pesar de que los cítricos son el cultivo por excelencia, se han empezado a buscar alternativas. Ledó achaca esta situación a que “el precio de los cítricos está sometido a la demanda internacional y, en consecuencia, no es del todo rentable”. A su juicio, “en los últimos años, cultivos como el caqui, el granado, el aguacate o el kiwi han revolucionado los campos valencianos, desatando una revolución en la industria agroalimentaria ya que se obtiene una rentabilidad superior a la de la naranja”, acentúa.

Desde el Iata, según recalca Guillamón, se centran en la siguiente fase, en la poscosecha. “Actualmente, las pérdidas durante esta etapa son enormes y en los países en desarrollo pueden oscilar entre 25 y un 50 % de la producción lo que origina perjuicios económicos tanto para los productores como para los comerciantes”. Por ello, “estamos trabajando para disminuir esas mermas desarrollando metodologías de conservación para evitar o reducir dichas pérdidas en poscosecha causadas por alteraciones fisiológicas y patológicas de los frutos”.

En esta misma línea se encuentra la compañía valenciana Tecnidex, que se encarga de proteger los frutos para alargar su vida, entre otras cuestiones. “Sin los cuidados de poscosecha no es posible trasladar el producto fresco por el mundo. Por ello, son imprescindibles productos y tecnologías para que las frutas y hortalizas lleguen sanas y frescas a mercados de todo el planeta”, subraya García-Portillo.

Para proteger los frutos desde su recolección hasta su llegada al consumidor, “disponemos del catálogo más amplio y de mayor calidad, con cientos de referencias, facilitando a nuestros clientes, sanidad hortofrutícola y seguridad alimentaria y medioambiental, ayudándoles a comercializar y exportar a cualquier país del mundo”, incide el presidente de Tecnidex.

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