Jueves, 25 de Abril de 2024
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Carmen Herrero, Premio Jaime I de Economía 2017: “La revolución tecnológica exige un nuevo pacto social”

2017-junio-Carmen-HerreroComo tantos alicantinos de adopción, Carmen Herrero llegó a Alicante desde su Madrid natal pensando que sería un destino temporal. Recién casada, su marido, al que conoció cursando la carrera de Matemáticas (ella alumna, él profesor ayudante), sacó una plaza en la capital de la Costa Blanca y ambos se trasladaron. No sabía entonces Carmen que su brillante carrera profesional, que acaba de ser reconocida con el Premio Jaime I, iba a estar ligada para siempre a una Universidad que aún estaba por fundar.

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La tercera de seis hermanos, la vocación científica de Carmen Herrero surge con naturalidad en casa, donde el padre, militar de carrera, era profesor en la Escuela Politécnica. “Siempre me gustó mucho estudiar, y las ciencias y las matemáticas; así que cuando terminé el Bachiller me matriculé sin dudar en la facultad de Matemáticas”. Alli conoció a su marido y cuando ambos se trasladaron a Alicante ella comenzó a trabajar en Análisis Funcional. Mientras ganaba sus primeros salarios impartiendo Matemáticas en el Colegio Universitario, hizo el doctorado en la Universitat de València con el profesor Manuel Valdivia, “una eminencia, yo lo quería muchísimo; me enseñó a ser muy rigurosa, a ser muy honesta y era una excelentísima persona”. Fue una época muy fructífera, aunque recuerda que el constante ir y venir entre Alicante y Valencia “era horroroso”. Por si eso fuera poco, por aquel entonces tuvo a sus dos hijos, que no han heredado su vocación matemática: la chica es azafata de Iberia “y se pasa la vida cruzando el charco”, y el varón, que ya la ha convertido en abuela, es arquitecto.

La profesora Herrero participó en la fundación de la Universidad de Alicante: “Yo empecé en el CEU, y cuando se puso Económicas, me mandaron a dar las Matemáticas y aquí conocí a colegas de Economía que empezaron a pedirme apoyo técnico”. Ahí nace su vinculación a la Economía aplicada, “porque yo para hacer algo necesito entender qué estoy haciendo, así que empecé a leer, me empezó a gustar y entonces me fui a Oxford a tomar clases de Economía”. Nada menos. Estamos a mediados de los años 80, y en las aulas oxonienses recibe clases de varios premios Nobel. “Aprendí muchísimo, fue un tiempo muy especial y a partir de ahí empecé a dedicarme en exclusiva a la Economía”.

A su regreso a España soplaban tiempos de cambio en la Universidad: “regresaba una generación que había estudiado fuera, en Inglaterra y Estados Unidos”, explica, “y empezaron a ocupar plazas fundamentalmente en la Autónoma de Barcelona, en Madrid, y luego se crearon la Pompeu Fabra, la Carlos III… y estas universidades nuevas concentraron mucho talento que regresaba. Pasó algo curioso y es que, a través de la Asociación Española de Economía y de reuniones que se celebraban de modo muy informal, empezamos a creer que podíamos hacer algo verdaderamente interesante en este país por la Academia en Economía”. Buscaban implantar los mismos estándares que regían las instituciones académicas que habían conocido en el extranjero, “estándares en cuanto a requisitos para promoción, publicaciones, los tipos de doctorados… y hubo un movimiento conjunto al que nos sumamos nosotros, que estábamos empezando en Alicante”.

Tras el paso de tres décadas, la flamante premio Jaime I piensa que su departamento consiguió el objetivo: “estamos ahí, ahora mismo, cuando miras los rankings de departamentos en España hay cuatro que sobresalen mucho por encima de los demás y son la Pompeu Fabra, la Carlos III, la Autónoma de Barcelona y Alicante”. Ella siempre dice, entre risas y veras, que el hecho de que Alicante ocupe un lugar tan destacado “significa que cualquiera podría estar”. Aunque existe un factor que seguramente fue determinante: “Nosotros empezábamos de cero, y eso nos permitió hacer cosas que son más difíciles en una Universidad grande y muy consolidada”. Reconoce que “esto no se hace sin sangre, porque en la Universidad hay una tendencia muy grande a la endogamia”. Un ejemplo: “nosotros nunca nos quedamos con los estudiantes de doctorado, todos van al mercado; esto no pasa casi en ningún sitio. Y hemos tenido estudiantes maravillosos y algunos nos acusan de estar perdiendo talento, pero es que llega talento de otros sitios, viene muchísima gente y eso es muy bueno”.

A Carmen Herrero le queda poco tiempo en las aulas: “el año que viene me jubilo y además me voy de año sabático”, así que el premio llega como reconocimiento a una larga trayectoria “y es compartido por el departamento, porque aparte de mi trabajo investigador se reconoce un trabajo institucional que es muy importante, que no lo he hecho yo sola y se trata de un trabajo colectivo. La Universidad está muy orgullosa de este departamento, que ha supuesto un esfuerzo muy grande en el sentido de romper las reglas y las barreras institucionales para poderlo hacer”.

La onu y el Ministerio

A lo largo de su carrera, Carmen Herrero ha aprendido que el trabajo teórico, puramente científico, no siempre es fácilmente comprendido ni sencillo de aplicar cuando se traslada al terreno de los hechos, sobre todo en el ámbito político: “Cuando estaba trabajando en Naciones Unidas en los índices de desarrollo, estaba haciendo una labor puramente analítica. Lo que pasaba es que la ONU tenía problemas con la credibilidad del índice porque estaba mal construido. Por eso constituyeron un panel de expertos  para que les ayudaran a construir un índice que estuviera mejor hecho. Recuerdo una reunión en la que un ministro de Marruecos estaba muy enfadado porque habían implantado la educación obligatoria hasta los 16 años y eso no se reflejaba en el índice. Claro, no se notaba porque sus vecinos lo habían hecho también, y porque esa medida no se reflejaría hasta que aquellos alumnos que empezaban a cursar esa educación obligatoria la hubieran terminado”.

Tiempo después, ocupó responsabilidades en el Ministerio de Educación, durante el primer gobierno de Zapatero, impulsando proyectos que buscaban algo que le ha movido siempre: elevar el nivel de la Universidad española. Algo que tampoco es sencillo: “Pusimos en marcha varios programas que estaban encaminados a la recuperación de talento y a la estabilización de ese talento recuperado. Porque las universidades son muy cerradas. Y tú puedes hacer un programa por el que traigas a personas que están en el extranjero, que son talento recuperable, mediante el programa Ramón y Cajal, por ejemplo, el Ministerio les paga el salario durante cinco años. Pero al terminar ese periodo, la mayoría de las universidades no les dejaba quedarse”.

Para ello, se creó otro programa, “que se lo han cargado ya”, apunta con una sonrisa, que ayudaba a que los regresados se quedaran, en este caso mediante incentivos a las comunidades autónomas, que tienen transferidas las competencias. “Entonces hice un recorrido por España que fue alucinante”, relata. “Discutías con el gobierno autonómico, llegaba un punto en el que lo entendían; entonces llegaban los rectores y se ponían a la defensiva, porque les interesa más no tener conflictos internos que mejorar sus universidades”. Herrero está convencida de que “mientras los ingresos de las universidades no estén más ligados a su productividad científica, no vamos muy bien”, afirma. “Eran situaciones bastante kafkianas. Tú puedes convencer a la gente con datos de que hay ciertas medidas que son buenas, pero la implementación de estas medidas, ponerlas en la calle, en los gobiernos autonómicos, en las universidades…es bastante complicado”.

– Sé que le preocupa el impacto de las nuevas tecnologías en nuestra sociedad.

–  Lo que digo siempre es que la entrada de las nuevas tecnologías está suponiendo una revolución social y ha cambiado nuestra forma de vida. Es necesario otro tipo de pacto social. Indefectiblemente, vamos a trabajar menos horas, menos horas productivas, pero esto también es una oportunidad, porque supone que va a haber más horas libres dedicadas al ocio y a hacer otras actividades. Así que depende de cómo la sociedad se organice, las cosas pueden ir en la buena dirección. La industria del ocio va a experimentar un crecimiento grande, viajaremos más, y existe un espacio importante que debería ser promocionado, que es el espacio para la solidaridad. Estamos acostumbrados a que las ONG funcionen en terceros países y, sin embargo hay un montón de necesidades cercanas que están poco cubiertas, ahí puede jugar un gran papel el voluntariado. Que además es una actividad que hace feliz a la gente, no solo al que lo recibe, sino también al que lo da. Pero eso requiere otra forma de organización social y que no fuera entendida como caridad, sino que es un proceso en el cual todos ganan. Además tenemos una esperanza de vida cada vez más alta y cada vez más gente necesita cuidados.

– Ahora que lo menciona: con nuestro futuro demográfico, ¿quién va a pagar nuestras pensiones?

– Es terrorífico. Necesitamos inmigrantes. Estas Navidades estuve en Marruecos. Allí el 30 % de la población es menor de 15 años. Allí no tienen trabajo para tanta gente, sin embargo aquí los necesitamos, son imprescindibles; ¿cuántas personas mayores están cuidadas por inmigrantes? Y aquí entra otro asunto que es pura educación cívica: necesitamos que todas estas personas que trabajen coticen. Que cuando a uno le van a arreglar el grifo pague el IVA, que cuando tienes una persona cuidando a tu padre esté dado de alta… la conciencia social es importante, luego vemos a nivel político alto como se ha robado, esto de las amnistías fiscales… no hay conciencia cívica entre otras cosas porque los poderes públicos tampoco son ejemplares.

– ¿Y nuestra escasa inversión en I+D? ¿No cree que nuestros políticos apenas ven más allá del corto plazo?

– Hay algo de eso, pero sobre todo lo que falta en este país es inversión en I+D privada, ahí estamos muy por debajo de los países de nuestro entorno. Los empresarios de este país no tienen esa conciencia, en menor medida incluso que nuestros gobiernos. En Estados Unidos y en Inglaterra las grandes fortunas crean fundaciones que impulsan cátedras, fondos de inversión para apoyar la investigación, esto aquí no se hace. Tenemos este caso de Amancio Ortega, que regala unos escáneres… bien, pero no es eso; es mucho más interesante crear una fundación, un fondo que garantice la investigación en lo que sea, crear equipos que investiguen, y eso es un trabajo lento, el cortoplacismo es un problema en política, donde se miran las siguientes elecciones, pero las fortunas privadas, si quieren contribuir al bienestar del país, devolver de alguna manera algo de su riqueza… la mejor manera de hacerlo es crear fundaciones. Lo que pasa es que no tenemos una ley de mecenazgo.

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