Los Roques, casi el Paraíso

Los Roques, casi el Paraíso

Los cayos tienen unas playas sencillamente embriagadoras, de arena blanca, que brilla como la nieve, debido a que su formación es de coral, aguas cristalinas y la mejor langosta del Caribe. De hecho, creo que el 50 % de la producción de langosta del Caribe –y eso es mucha langosta–, se obtiene en este archipiélago.

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La temperatura siempre acompaña. La máxima en verano oscila entre los 29 y 44 grados y la mínima de invierno raramente baja de los 24. Las lluvias son mínimas, los vientos alisios refrescan las altas temperaturas y el agua se mantiene placenteramente cálida. Una gloria para el baño.

Así que apetece desayunar en la orilla del agua, un lujo que te brindan algunas posadas de la isla. Siempre me sobrecoge el color de ese mar o de ese cielo, en el que sobrevuelan las aves antes de caer en picado para atrapar peces en la misma orilla, una y otra vez, mientras saboreas el café de la mañana. Algo muy especial.

Me encanta la llegada al archipiélago por vía aérea. Las vistas desde el avión son increibles, se dibujan con claridad en las aguas cristalinas los más de 40 cayos y alrededor de 250 arrecifes coralinos.

Parque Nacional

Cada vez que viajo hasta este maravilloso lugar, no dejo de examinar desde el cielo la infinidad de islas que lo componen. Está próximo a Caracas, unos 30 minutos de vuelo, y fue declarado Parque Nacional hace más de 30 años.

Las posadas constituyen la oferta de alojamiento de Los Roques. Su construcción, que está limitada dentro del parque natural, da lugar a pequeños poblados con calles de arena y austeras fachadas blancas o de colores que nos recuerdan al Mediterráneo. Muchas de estas posadas han sido restauradas en los últimos años, sin perder ese toque genuino que es la esencia y el gran lujo de este lugar.

En esta ocasión había planificado el viaje a la isla Gran Roque con más cariño que en la anterior ocasión, cuando apenas dispuse de un par de días para disfrutarlo. “La próxima vez serán bastantes más días”, es lo que siempre me digo cuando me voy.

Lo primero que hice fue reservar un barco para recorrer los arrecifes y cayos de estas islas. Sin duda, la mejor opción para disfrutar de sus playas semidesérticas, a las que no se puede acceder de otra forma.

La primera mañana navegamos hacia Cayo Francisqui, uno de los más visitados del archipiélago, por su proximidad al Gran Roque y por sus espectaculares playas, suficientemente amplias para salvaguardar nuestra intimidad. Cruzamos a pie la isla, rumbo a un maravilloso estanque natural, flanqueado por una barrera de coral donde el baño es delicioso. Luego puedes disfrutar de un pescado fresco que sirven en un restaurante de la zona. Bueno, realmente un auténtico chiringuito de playa.

‘La piscina’ del Caribe

El restaurante se llama ‘Casamarina’ y está ubicado en un paraje bautizado como ‘La piscina’ en honor a sus cálidas y sosegadas aguas. Ambiente ideal y pescado fresco del día. Si vas en temporada de langostas, tienes que probarlas. Guiados por la luz solar, a media tarde regresamos tranquilamente al Gran Roque.

Por la noche, cena en la orilla de la playa, un plan ideal acompañado de música agradable y una copa en el mejor ambiente posible. Nosotros nos decidimos por ‘La Posada de la Ballena’ que, como todo en la isla, queda muy cerca de cualquier otro punto de su geografía.

A la mañana siguiente decidimos navegar hacia el noreste, a Cayo Carenero, cuyo manglar protege las aguas de los efectos del oleaje y te anima a recorrer otros cayos durante el día. Luego continuamos navegando hacia el oeste algo más de lo inicialmente previsto, hasta llegar a Cayo Agua.

En las excursiones en catamarán también es muy habitual llevar algunas jaulas con langostas y prepararlas en la propia cubierta del barco, con arroz de guarnición y un toque de lima. Así que nos pusimos de acuerdo con la tripulación para hacer lo propio y ese día zarpamos en el barco con nuestra jaula de langostas vivas, dentro del agua, para poderlas preparar en el lugar que nos apeteciera.

Sencillamente, me encanta este rinconcito del mundo, la “x” del mapa del tesoro, aunque el verdadero tesoro son sus playas y su luz, ¡inigualables!

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