J. Perán (Pikolinos): “Puse a mis hijos frente a un toro muy bravo y han estado a la altura”

J. Perán (Pikolinos): “Puse a mis hijos frente a un toro muy bravo y han estado a la altura”

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Juan Perán y sus hijos dialogan sobre el Grupo Pikolinos, la sucesión y el futuro de la empresa

En el año 2008, cuando la crisis económica se desata con una virulencia inesperada incluso para los más avezados analistas, Juan Perán, fundador y presidente de una de las empresas de calzado líderes en España, Pikolinos, armado de la intuición que considera su mejor virtud empresarial, decide poner a sus hijos al frente de la nave con la confianza de saberlos bien preparados. Admite que la operación tenía sus riesgos, sobre todo si valoramos que las ventas descendían en aquel momento al 15 % anual pero, ocho años más tarde, se muestra orgulloso del resultado obtenido y puede presumir de haber acertado en su apuesta: “Puse a mis hijos frente a un toro muy bravo y han estado a la altura”, concluye. 

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La empresa rebosa hoy actividad. Medio centenar de profesionales venidos de distintos países han acudido a conocer los modelos que protagonizarán la campaña invernal de la próxima temporada. Un grupo de mujeres británicas llegadas desde Benidorm visita el museo de la firma y la amplia tienda outlet anexa a las oficinas centrales. Los protagonistas de la entrevista lo han tenido complicado para unificar sus agendas y coincidir, porque para el calzado es época de ferias que obligan a viajar con frecuencia. Pero, por primera vez, Juan Perán y sus tres hijos, Rosana, Juan Manuel y Carolina, por orden de aparición en el mundo, comparten ante una cámara y una grabadora sus experiencias y opiniones sobre pasado, presente y futuro de Pikolinos.

2016-enero-Lideres-Pikolinos-Juan-Peran-caretoJuan Perán tiene 68 años. Procede de Lorca (Murcia), del medio rural que tantos españoles abandonaron en los años 60 por falta de expectativas para probar suerte en la industria. Fue el caso de sus padres, que entre otras penalidades conocieron las denigrantes condiciones que los emigrantes españoles se veían obligados a soportar en la vendimia francesa. El joven Juan es aún un niño cuando empieza a trabajar en el calzado –dónde si no, tratándose de Elche– y cuando a los 26 años pierde su empleo en la histórica Paredes decide establecerse por su cuenta siguiendo el consejo de un conocido que años antes le había dicho “vale más ganar tres pesetas por cuenta propia que cinco trabajando para otro”, máxima que asumió como propia.

Aquel año, 1974, fue el año dorado de mi vida”, asegura Juan Perán, “me compré el piso para casarme en enero, me casé en julio, dejé a la mujer en estado de esta preciosa niña”, dice mirando a Rosana, la primogénita, “me despidieron de Paredes y me puse a fabricar yo”.

En la actualidad, la plantilla de Pikolinos ronda las quinientas personas, pero los empleos indirectos que dependen de la empresa se aproximan a los dos mil. Aunque el 70 % de la producción se realiza en el extranjero, la compañía ha realizado en fechas recientes una fuerte inversión para establecer en Elche Parque Empresarial una de las factorías más modernas del sector, un espacio de 5.000 metros cuadrados dotado de tecnología puntera en el que trabajan 250 personas que son responsables del 30 % de la producción del grupo.

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Juan Manuel (39 años) es vicepresidente ejecutivo y, antes de ocupar puestos de responsabilidad en la empresa familiar, realizó un periplo por Europa que le permitió conocer a fondo el sector, primero en una escuela especializada de Inglaterra donde permaneció dos años, posteriormente en Alemania y luego en Italia. Explica que la compañía está incrementando su facturación “en cifras de dos dígitos cada año, entre el 12 y el 13% en 2015”. De modo que el Grupo, tras acometer una profunda reestructuración de un equipo directivo, lleva cuatro ejercicios “de continuo crecimiento”. Ahora llega el momento de “consolidar proyectos con una perspectiva positiva de mayor penetración en ciertos mercados”.

2016-enero-Lideres-Pikolinos-RosanaRosana (40 años) es la economista, formada en dirección de empresas y madre de Lucía, de siete años, de momento la única nieta, que ya dice a quien quiere oírlo que de mayor será presidenta de Pikolinos. Y es que su madre la lleva de viaje a las ferias y le muestra cada rincón de las tiendas y la fábrica, “como hizo mi padre conmigo”. Ella fue muy feliz así y no duda en transmitir a su hija ese entusiasmo. “Mis hijos mamaron la empresa, el olor a cola”, explica el orgulloso abuelo. Quien, sin embargo, consciente de que no siempre los herederos tienen las cualidades idóneas para tomar el testigo de la dirección, cuando los mayores tenían 15 y 14 años los sometió a un test para saber si contaban con las cualidades necesaria o era mejor que se dedicaran a otra cosa. Por lo visto, lo hicieron bien.

Rosana explica que el crecimiento de los últimos cuatro años se debe “a que se ha invertido en personas y en profesionales que nos permiten que el producto se venda mucho más cuando llega a la tienda”. Eso ha permitido a Pikolinos aumentar su presencia incluso en el mercado nacional, por encima de lo que está sucediendo en el conjunto del sector del calzado, que crece al 15 o 16 % anual gracias a la exportación.

Las bruscas fluctuaciones que las divisas internacionales están experimentando “más que preocuparnos, nos ocupan, porque tienen mucha influencia en nuestros trabajo”, afirma Rosana. Pero, dado que el Grupo es internacional no solo en ventas, sino también en su faceta productiva, dichos flujos a veces perjudican al negocio pero en ocasiones lo benefician.

2016-enero-Lideres-Pikolinos-CarolinaLa pequeña, Carolina (30 años), fue la única que apuntó hacia otra vocación, la educación infantil, pero terminó por retornar al negocio familiar y, tras un periodo específico de formación, hoy forma parte del equipo de tiendas, los establecimientos propios que van extendiéndose por el mundo a un ritmo constante. El verano pasado Pikolinos marcó un hito al abrir un establecimiento en Roma, una de las grandes capitales del diseño, poseen otro en Bruselas, corazón de Europa, y la próxima semana prevén abrir en Brujas. También se hallan en México y en fechas cercanas comenzarán las obras de su tienda en Florencia, un simbólico escaparate para el calzado de alta calidad, donde competir con los mejores y llegar de forma directa a los clientes más exclusivos de Asia, Europa y América, que visitan las zonas comerciales de esas ciudades en busca de un toque de distinción para sus atuendos.

Valores y producto “naturally good”

El Grupo Pikolinos define sus productos como “naturally good” (naturalmente buenos). ¿Qué significa eso? “Lo que se quiere transmitir”, explica Juan Manuel, “es por una parte el tipo de convivencia que tenemos en la empresa, una filosofía en la que lo natural es bueno: ser transparente, cercano, conversar con la gente…”. Aquí interviene el fundador: “intentamos tratar bien a la gente”. Rosana y Carolina confirman que eso, el buen trato a quienes trabajan en la empresa, ha sido siempre una de las obsesiones de su padre. Pero el eslogan tiene otro sentido directamente relacionado con el producto confeccionado. “Todo el colorante que utilizamos para las pieles es natural, con base acuosa, lo cual hace que la piel sea muy natural, sin capas que la recubran”. También en el proceso de producción del calzado se utilizan ceras naturales para dar el brillo y los manchados al cuero. 

Un liderazgo intuitivo

Juan Perán es un hombre hecho a sí mismo que, siendo ya empresario, siempre se preocupó de adquirir una formación a la que no tuvo acceso de joven debido a las circunstancias de su familia y la época que le tocó vivir, pero él atribuye la mayor parte de su talento para los negocios a la intuición. “Hubo incluso momentos difíciles, de estar a punto de vender la empresa, en la que algo me ha dicho que debía continuar mi camino y así me ha ido bien”, reconoce. Claro que el trabajo tenaz ha sido el principal responsable de sus logros, asegura: “trabajar, he trabajado muchísimo”. Para él, lo primero siempre fue la fábrica, lo segundo la familia y luego los amigos. Admite que la suerte le ha acompañado siempre. “Creo en la suerte”, afirma, “sobre todo en la suerte de haber tropezado con las personas adecuadas, de irme al mercado adecuado porque, aunque hagas tu trabajo, necesitas un factor suerte que a veces te lleva a actuar de una forma que te proporciona el éxito”.

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Rodeado de sus hijos, Perán no solo no niega haber cometido errores, sino que manifiesta entre sonrisas haber cometido muchos, “pero luego he rectificado”. Al contrario de lo que dicen algunos manuales, quizá para consolar al que no encuentra su camino, Juan Perán dice haber aprendido “más de los éxitos que he tenido, porque aunque está feo que yo lo diga he tenido la humildad y la sencillez con clientes, representantes, con todos, y he sabido aprovecharme del éxito”.

Siempre se ha sentido una persona valorada por el entorno, “desde que era pequeño”, quizá porque “siempre me ha gustado mucho la gente, me comunico muy bien con la gente”. Eso le ha permitido forjar sólidas relaciones profesionales y amistosas con colaboradores de la empresa y de aquellos países en los que tiene presencia, como Italia y Alemania, personas que en algunos casos ya han fallecido y a las que recuerda con emoción. Esa fuerte autoestima y el sentido positivo que Perán otorga a lo que le sucede se demuestra en la anécdota que dio nombre al grupo. Fue una mujer italiana quien, dada su baja estatura, lo definió bromeando como “piccolino” (pequeñito), y en lugar de molestarse convirtió el apelativo en una marca tan grande que lo sobrevivirá y quedará como legado familiar.

Ese asunto, la sucesión, ronda en la cabeza del fundador cuando afronta esta entrevista. Hasta el punto que sugiere, casi con temor a entrometerse, que el reportaje merecería orientarse por esa vía. “Alguien me dijo que es una suerte que uno solo de tus hijos pueda continuar tu labor en la empresa, así que yo que tengo a los tres, soy un privilegiado”, asegura quien continúa siendo presidente del Grupo Pikolinos, aunque no mantenga poder ejecutivo. Se diría que dada la plena integración de sus hijos en la empresa y los buenos resultados obtenidos bajo su dirección, el legado se halla en buenas manos.

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