Viernes, 19 de Abril de 2024
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Marchando una (muy breve) de economía colaborativa

Marchando una (muy breve) de economía colaborativa
Ignacio Herrero

Ignacio Herrero

Socio Director General de Ahora Freeware

Mucho se está hablando de la economía colaborativa en los últimos tiempos. Noticias en las portadas de los periódicos sobre Uber, BlaBlaCar, AirBnB, iniciativas de crowdfunding, etc. Todas estas y muchas otras han ayudado a hacer más visible este fenómeno y que lo percibamos más presente en nuestro día a día. Pero la realidad es que esto no es nuevo, ni debe considerarse una moda efímera o pasajera. 

Importantes medios y centros de investigación financieros le dan una importante y progresiva expectativa de crecimiento, e incluso partidos políticos relevantes y generadores de corrientes de opinión en el mundo occidental, la promueven a través de cambios de paradigmas sociales y económicos.

No tengo muy claro si este movimiento es el resultado de trasladar 15 años de cultura digital a la economía tradicional, gracias a la evolución de internet y lo que esta ha supuesto, especialmente en materia de comunicación y conocimiento. Porque, aunque la economía colaborativa va mucho más allá de internet, el mundo digital contribuye a potenciarla; al menos en lo que a su velocidad de expansión se refiere.

La economía colaborativa tampoco tiene que ver específicamente con la crisis económica de los últimos años aunque, sin duda, esta ha ayudado a su mayor difusión. No obstante, el trueque de productos o servicios, o el “hoy por ti, mañana por mí”, no podemos calificarlos precisamente de modernidad rompedora.

Lo que está claro es que las prácticas o actividades que se llevan a cabo bajo este modelo no son nuevas, pero lo que sí es determinante es que han cambiado las formas, el cómo se desarrollan y se gestionan. Particularmente, desde cierta perspectiva o desde un punto de vista más “romántico”, me gustaría pensar que tiene que ver con la inteligencia, el conocimiento y la madurez de las personas o de la sociedad.

No obstante, un planteamiento básico se inicia con el problema que genera la cultura del hiperconsumo en la que vivimos inmersos, y que se manifiesta en dos vertientes: una ambiental –exceso de residuos–, insostenible a largo plazo; y otra social: insatisfacción constante motivada por objetivos de “quiero tener” y no del “quiero ser”. Sin duda, este tipo de economía compartida va calando entre nosotros. Y esta es una de sus bases principales: el que no se obtiene tanta satisfacción con la posesión de bienes en sí mismos, sino con el uso de los mismos. Es decir, que lo que buscamos es el acceso a la propiedad, y no su posesión.

Lo cierto es que el consumo compartido resulta interesante y atrae a los usuarios por motivos económicos, ecológicos y sociales. Y dentro de la economía colaborativa hay ciertos tipos de modelos bien diferenciados: la recirculación de bienes, su intercambio, la optimización del aprovechamiento de activos, la producción contributiva y el desarrollo de relaciones y conexiones sociales con fines financieros o de compartir conocimiento.

Modelo que ofrece alternativas

Es cierto que la economía colaborativa arrastra ciertos problemas, especialmente de control y legislativos, pero estos se irán esquivando, adaptando y resolviendo. Este modelo no es la alternativa, pero sí ofrece alternativas. Al final, como con casi todo, hay que perseguir alcanzar un equilibrio y, según yo lo veo, esta tendencia es un buen contrapeso.

En mi opinión (y esto me ha costado alguna discusión “desde el asiento trasero”), el problema no es si Uber ha de existir o no, y si ello supone algún tipo de riesgo para los taxistas. El problema debería ser cómo mejoran los taxistas (y especialmente los ayuntamientos, ya que se trata de un servicio totalmente regulado), su nivel de servicio, la experiencia de usuario que ofrecen, así como qué iniciativas y acciones toman para que desaparezca tal riesgo.

O si cogemos otro sector como ejemplo, lo más razonable sería que los hoteles dejasen de atacar a AirBnB (al margen de que, sin duda, debe regularse fiscalmente su actividad), y piensen, por qué no, en establecer una red de alojamientos de terceros revisados por ellos, a los que trasladen su estilo y garantía, y que utilicen para generar valor adicional a su marca.

Mucho queda por hacer, pero cada día existen más compañías que basan su estrategia en las claves de la economía colaborativa. Y esto les permite desarrollar modelos alternativos, diferenciados, competitivos, solventes y que generan importantes beneficios. 

www.ahora.es 

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